La (in) Seguridad Social Española: que trece años no es nada


En 1999 me fue diagnosticada hipertensión. Estaba en una etapa difícil de mi vida –y cuando no-, y el médico me envió al nefrólogo de la seguridad social, ante la posibilidad de que dicha situación pudiera afectar a mis riñones.

Acudí al “Miguel Servet” –que ahora utiliza el pomposo nombre de Hospital Universitario-, y el doctor correspondiente dijo que me tendrían un día en una cama, conectado a múltiples aparatos, para ver como oscilaba la tensión, y hacer así un estudio detallado del caso, de mi caso (Historia 554277). Que había mucha lista de espera, y que ya me llamarían, pues mi caso no era grave, tanto por mi edad entonces, 42 años, como por las circunstancias de estrés a que estaba sometido: pérdida del trabajo como Profesor de la Universidad de Zaragoza, con la carga familiar de sacar adelante a mi mujer y dos hijos, etc.

Soy persona paciente –creo que lo he demostrado con creces-, y la médico de cabecera correspondiente me iba recetando lo que creía mejor…, salvo en una ocasión que los medicamentos eran tan fuertes que me hinchaban los tobillos, y hubo que cambiarlos.

Por supuesto, la prueba citada, nunca se me practicó. Treinta años de cotización a la seguridad social, no dan derecho, al parecer, a nada. Cuestión distinta sería si yo fuese un extranjero indocumentado, o empadronado en el despacho del abogado o un piso patera donde no viven –no es un error- más de un centenar de personas, ayunas de cotización a la seguridad social, e incluso de actividad laboral alguna. En ese caso, con unos cuantos gritos en el servicio de atención al paciente, seguramente hubiera sido atendido. Sobre todo si les amenazara con quejarme al Justicia de Aragón, o al Defensor del Pueblo, instituciones ambas a cual más inútil.

Pero claro, uno tiene una educación –según mi mujer una mala educación-, y no acostumbro a vociferar, gritar a nadie y mucho menos insultar o amenazar. Y así han ido pasando 13 años, los que van de 1999 a 2012, en que tras previo escrito por procedimiento administrativo ante el Servicio Aragonés de Salud, al fin voy a ser atendido por el nefrólogo correspondiente…, o el sucesor del que me atendió en 1999, que dada su edad –entonces-, supongo estará ya jubilado, o incluso –Dios no lo quiera- exitus letalis. Y, además, voy como paciente “preferente”. ¡Pues menos mal! Y es que todavía hay clases…

En efecto, la clase pagana, en la que me integro, y los jetas, caras, aprovechados y mangantes varios, entre los cuales abundan los políticos y todos los individuos que a pesar de no cotizar nunca a la seguridad social creen tener derecho a ser atendidos con la mayor diligencia y competencia. A todos ellos les tendría yo trece años en las listas de espera.

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