Suprimir pagas extras y trienios al personal de las administraciones públicas


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Leo las reducciones del gasto público que se publican en la prensa, y no puedo menos que sonreír tristemente. Esta bien suprimir el chocolate del loro, pero con eso no salvamos la economía nacional. Yo mismo he reducido muchos de mis gastos, pero sigo necesitando adelgazarlos más, ante la crisis en la que estamos sumidos.

Por supuesto, no se quieren suprimir ayuntamientos, ni diputaciones provinciales, ni mucho menos comunidades autónomas. Los yacimientos de empleo para los políticos son sagrados, sino ¿de que iban a vivir tantos inútiles?

Pues bien, no queda otra que adelgazar las administraciones, primero prescindiendo del personal interino, contratado temporal, sustituto, etc., ingresados la mayoría de ellos por afinidades políticas, relaciones familiares, amistades, en fin lo que normalmente llamamos enchufes. En general, no creo que sea una gran pérdida para el servicio público, salvo honrosas excepciones, que también las hay, por supuesto.

La siguiente medida podría ser volver a la jubilación obligatoria a los 65 años, como en tiempos de Felipe González –cuando había que hacer sitio para colocar a los suyos-, o a esa edad intermedia hacia la que nos encaminamos todos en la seguridad social, de los 67 años. Se reducirían las nóminas más elevadas de las administraciones, sin grave perjuicio para nadie.

Pero aún así habría que tomar medidas más drásticas, como podrían ser las siguientes:

1. Supresión de los complementos especiales para todos los que han ocupado cargos de director general o asimilados, que los perciben de por vida miles de funcionarios, sin otro mérito que tener un amigo que les otorgó el nombramiento, en muchas ocasiones sin demasiada capacidad, y a los resultados de la gestión de la mayoría de ellos me remito.

2. Establecer por decreto-ley, y por razones de emergencia económica nacional, como la que ahora mismo tenemos, la supresión de los trienios. No tiene sentido que en el ámbito laboral hayan desaparecido de la legislación positiva, y hayan quedado al albur de la negociación colectiva, mientras que en las administraciones públicas hasta el más tonto, inútil o vago se beneficie de ellos…

3. Eliminación de las pagas extras. La propia seguridad en el empleo –y las reticencias del gobierno a echar a nadie-, creo que justifican esta supresión. ¿O es que preferirían estar en el paro, como miles y miles de trabajadores y autónomos a los que les va mal el negocio…? Soy consciente de que alguno se acordará de mis padres, desgraciadamente ya fallecidos, pero siempre escribo lo que realmente pienso, no lo que la gente quiere oír. Y creo que lo que digo es de justicia.

La productividad en las administraciones públicas brilla por su ausencia, salvo casos puntuales. La mayoría de los empleados no saben ni que es eso. Sobra una buena parte de los casi cuatro millones de funcionarios y contratados laborales, y si el gobierno no quiere echar a parte de ellos, entre otras razones para no incrementar el desempleo, habrá que tomar medidas drásticas para reducir el elevado coste de la nómina, que pesa como una losa sobre el déficit público.

Celebraría conocer opiniones más autorizadas que la mía sobre el particular, en la seguridad de que sólo el contraste de pareceres y el conocimiento nos aportarán posibles soluciones.

 

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  1. carlos |
  2. Antonio |