Distribuidores de libros, y otros mangantes


No quiero decir, ni mucho menos, que todos los distribuidores de libros sean unos mangantes, pero muchos sí. Al menos a mi me han tocado ya dos, y espero que no haya un tercero, pues a partir de ahora voy a vender directamente mis libros por internet, que ya estoy hasta los cataplines de financiar empresas ruinosas, de pagar naves industriales, o coches de lujo…

Me explico. Desde aquella infausta empresa, Editorial TRIVUM, que acabaron desapareciendo con cerca de dos mil libros editados por ellos, pero pagados por mí…, y cuyos propietarios fueron localizados por la Policía Judicial, por orden del Juzgado de Instrucción correspondiente, en un magnífico chalet, de la Sierra de Madrid. ¡Qué menos!

Según ellos, habían tenido que deshacerse de todos los libros –con lo fácil que hubiera sido devolverlos a los autores, a portes debidos-, entregándoselos a una casa de las que trituran el papel… Pobre argumento que sirvió para que un cándido juez de instrucción (de los que no conocen la realidad de la vida, pues han pasado de su casa a la facultad, y de la facultad al centro de estudios judiciales), decretase el archivo de la querella o denuncia, que ya no recuerdo, por apropiación indebida y estafa.

Poco después, curioseando por Internet vi que Mares de Libros, una distribuidora de Sevilla, -de las que compran a precio de saldo a editoriales desaparecidas, librerías que cierran, o distribuidoras que estafan a sus clientes-, vendía, y supongo que lo seguirá haciendo, los citados libros por internet… ¡Qué país!

Ahora acaba de desaparecer otra distribuidora de Zaragoza, cuyo nombre voy a omitir, por respeto a su fundador, que siempre me ha parecido un caballero. Es verdad que en alguna ocasión me liquidaron libros vendidos, pero en los últimos tiempos al parecer no pagaban a nadie, e iban subsistiendo como podían…, con el dinero obtenido por la venta de los libros ajenos. Al menos han tenido la decencia de devolverme los títulos no vendidos.

Hace unos días fui a recogerlos, y me despedí de las dos únicas personas que quedan en la empresa, y que según me dijeron llevan ya tres meses sin cobrar (el Fogasa sólo paga cuatro meses). Se trata de una secretaria, que empezó allí su vida laboral, y llevaba ya 21 años de trabajo ininterrumpido, y de un encargado, con nada menos que 42 años en la empresa, y 61 años de vida, creo recordar. La verdad es que la situación me dio mucha pena.

Al entregarme la liquidación de los libros vendidos, y preguntarles si había posibilidad de cobro, me dijeron que no. Pero la empresa, o su dueño, es propietario de la nave, que ha puesto a la venta, o, en el peor de los casos, alquilará. Obviamente, supongo que no entra en sus cálculos pagar a sus proveedores, o al menos a aquellos a los que adeuda dinero, que supongo serán casi todos…

Soy consciente de que el mundo del libro está muy mal, que cada vez se venden menos, que lo mismo sucede con la prensa y las revistas, que los ebook poco a poco van ganando terreno al libro impreso, pero también parece obvio que el dinero de los demás no es dinero propio, y que uno no debe de financiarse con el dinero ajeno que administra. Pero hoy en día, y por desgracia, parece que es lo habitual en España, desde las cajas de ahorros quebradas, pasando por todas las empresas distribuidoras que cobran las mercancías, pero luego no abonan la parte que corresponde al fabricante o proveedor.

En fin, termino ya, que no quiero seguir cabreándome. ¿Distribuidores a mí…? No, gracias. Ya me han timado dos, y en mi caso no se cumplirá el refrán que dice que no hay dos sin tres…

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