El problema del hiyab en las universidades españolas


Hace unos días un Profesor de la Universidad de Zaragoza le dijo educadamente, y en privado a una alumna de primer curso de Magisterio que no podía estar en clase con hiyab, cavando así su propia fosa profesional. La alumna fue corriendo a quejarse al Decano de la Facultad, y éste, que le tenía ganas al Profesor, rápidamente informó al Rectorado.

El citado Decano, posiblemente obedeciendo órdenes superiores, envió un escrito al profesor ordenándole que readmitiese en clase a la citada alumna, lo que éste, como funcionario público que es, obedeció, si bien al comienzo de la clase quiso dar una explicación de que significaba el hiyab, y porqué entendía que una persona con esa vestimenta no era bien recibida en un centro universitario de un país occidental, que tardó ocho siglos en liberarse de la invasión musulmana, y varios siglos más en conseguir la completa separación de la Iglesia y del Estado…

Los alumnos no le dejaron hablar y seguramente obedeciendo consignas de alguien, rápidamente abandonaron el aula, no sin antes lanzar improperios al citado profesor, que estaba obedeciendo las órdenes de sus superiores jerárquicos, posiblemente equivocadas, pero órdenes al fin y al cabo.

El Vicerrector de Estudiantes, cuya función principal, sino única, es “trabajarse” a los estudiantes para que voten al actual equipo rectoral, acudió a la Facultad de Educación, y tras la salida de los alumnos del aula al vestíbulo, el Decano les invitó a volver todos al aula, lo que así hicieron, hasta el descanso, pues eran dos horas seguidas de clase.

El profesor se fue a su despacho, y al poco  entró en él el Vicerrector de Alumnos, con aire hosco y gritándole, diciéndole que tenía que pedir perdón públicamente a la alumna, a lo que el profesor muy dignamente se negó, alegando que no la había ofendido en modo alguno, y que los alumnos no le habían dejado hablar y explicar porque consideraba que no había que ir a clase con hiyab. Tras amenazarle con abrirle un expediente disciplinario, como de hecho ha sucedido, el Vicerrector dijo que iba a ir al aula para: “pedir perdón a la alumna en nombre de la universidad”.

Unos minutos después, el profesor bajó al aula a continuar la clase, encontrándose al citado Vicerrector de Estudiantes sentado al lado de la alumna, y al preguntarle si ya había acabado, este le contestó que todavía le quedaba una hora para hablar con los alumnos… En otras palabras, fue el Vicerrector quien impidió al profesor dar la clase, al estar él, superior jerárquico del profesor, a quien acababa de amedrentar con la apertura de un expediente disciplinario, ocupando el aula, hablando con los alumnos, en horas de docencia…

Al día siguiente el Rectorado, inaudita parte, es decir, sin oírle, dictó una Resolución por la que incoa expediente disciplinario al citado profesor, por falta muy grave, nada menos, y le aparta cautelarmente de la docencia del grupo en cuestión… Es decir, que en vez de trasladar a la estudiante a otro grupo, que hubiera sido lo lógico, además del mal menor, se priva a unos setenta alumnos de su profesor, para evitar que este señor tenga que calificar a la alumna en cuestión.

Y al citado profesor, para escarmiento de propios y extraños, y utilizando una vía torticera, se le ha privado de la docencia de un grupo de alumnos. En otras palabras, mediante una vía de hecho se le ha impuesto una sanción disciplinaria, sin siquiera oírle, repito. ¿Total, para qué, si la decisión ya estaba tomada de antemano…?

Mientras tanto la alumna, que evidentemente es una activista musulmana, colgó toda esta historia en Twitter, y en otras redes sociales, pero eso sí, tirando la piedra y escondiendo la mano, pues utiliza un nombre falso: Soraya Malwick, que no existe, o por lo menos no figura en los listados de alumnos de la Universidad de Zaragoza.

Es decir, ni siquiera ha tenido la decencia y la valentía de poner su nombre auténtico, que el que suscribe conoce, pero que no voy a publicar, al menos por ahora… (Aunque no estaría de más publicarlo, para que cualquier colegio que pueda contratarla como profesor, si es que algún día termina la carrera, sepa la pedregada que se le viene encima…).

Por cierto que si ponen ustedes en internet Soraya Malwick – Pérez Reverte, verán los insultos que esta musulmana radical e intransigente le dedica a nuestro ilustre académico de la lengua, y gran escritor y periodista. Claro que no se de que me extraño. Los musulmanes exigen tolerancia, pero ellos son la intransigencia en persona.

En Francia, que a listos no les gana nadie, hace ya once años que solucionaron este problema, concretamente el 2 de septiembre de 2004, que entró en vigor la “ley francesa sobre la laicidad”, Ley nº. 2004-228, de 15 de marzo de 204, conocida popularmente como “la ley del velo”, que prohíbe llevar símbolos religiosos en los centros públicos docentes franceses.

Esta prohibición se extiende a los símbolos que se llevan de forma ostensible, es decir muy visibles, como el hijab musulmán, la kipá judía, el turbante sij o las cruces cristianas.

Si se permite, en cambio, llevar símbolos pequeños, discretos, como pequeñas cruces colgadas del cuello, estrellas de David o manos de Fátima.

Y desde un punto de vista meramente práctico, docente, yo me pregunto: ¿cómo se podrá controlar si una alumna con hiyab no usa un pinganillo de esos que permiten que desde el exterior filtren las contestaciones correctas a las preguntas de los exámenes?

¿Querrían ustedes que sus hijos fueran adoctrinados ideológicamente por semejante profesora…? Yo no, desde luego.

Los giliprogres es lo que tienen, que a tontos no les gana nadie.

Publicado por Decisión Económica y La Tribuna del País Vasco (06/10/2015), Sierra Norte Digital (07/10/2015) y Heraldo Sanitario de Oregón (08/10/2015)

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