El vicepresidente descamisado y presidente de sí mismo


No soy un maniático de la vestimenta, y procuro ir cómodo por la vida. Solo llevo corbata por exigencias del guión cuándo tengo que ir a juicios como abogado, o en actos protocolarios, oficiales, o de etiqueta.

Hoy en día creo que las únicas personas que van literalmente colgando de una corbata son los dependientes de El Corte Inglés y los comerciales de banca, seguros, etc. También muchos jueces y fiscales, y algún catedrático… Recuerdo uno que bajaba a comprar el pan y la leche con traje y corbata, como si fuera a impartir una lección magistral. Pero es que hay gente para todo.

Dicen que la elegancia consiste en no hacerse notar, en pasar desapercibido, en hacer lo que vieres. En una playa sería absurdo pasearnos por ella con traje, pero también es una absoluta estupidez acudir a una recepción en La Zarzuela en mangas de camisa, pretendiendo así llamar la atención e ir de progre por la vida.

De progre rico, pues el sujeto en cuestión ganó más de cien mil euros el año pasado…, y no hay constancia alguna de que haya ayudado a Cáritas, Bancos de Alimentos o a cualquier otra organización no gubernamental de ayuda a las personas necesitadas, que en estos tiempos, y por desgracia, son millones, sólo en España.

Pero el gili progresismo es ansí: nosotros somos los buenos, y los demás los malos. Y tenemos que exteriorizar que somos diferentes, por ejemplo acudiendo a la audiencia real descamisados, o exhibiendo a nuestro bebé –pobre chico- por el Congreso de los Diputados, y si hace falta dándole teta delante de las cámaras de televisión, es decir, de toda España.

Aunque seamos una millonaria gallega, de una familia propietaria de una empresa que tiene cerca de un millar de trabajadores, y una facturación anual de decenas de millones de euros… Y a pesar de que el Congreso tiene una estupenda guardería, y de que la chacha nos espera para hacerse cargo del paquete, digo del niño, cuándo me canse de hacer el paripé.

Y como el número de tontos en España es muy elevado, y ha quedado acreditado en las últimas elecciones, estos gestos demagógicos y populistas venden mucho.

Ya sólo hace falta que sienten un pobre a su mesa. Pero, como decía un tío mío, un pobre limpio, bien vestido, lavado y duchado, que no se trata de que nos llene la casa de piojos. ¡Claro que si cumple estos requisitos seguramente no será un pobre, pero que le vamos a hacer! Lo que importa es la voluntad. La voluntad de dar gato por liebre al honrado y sufrido pueblo español…

Publicado en Diario YA (24/01/2016), La Tribuna del País Vasco (25/01/2016), Sierra Norte Digital, Heraldo Sanitario de Oregón y Decisión Económica (26/01/2016)

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