La educación en los Seminarios


Confieso que fui seminarista. Y en dos seminarios nada menos, en los de Barbastro y Huesca, aunque en mi época ya se llamaban “Colegio Diocesano” –el equivalente al seminario menor-, y para entrar únicamente era necesario proceder de una familia católica y no descartar a priori la posibilidad de ser sacerdote si nos sentíamos llamados por dicha vocación.

Estoy horrorizado –indignado y asqueado- con todas las historias que estoy leyendo sobre sacerdotes supuestamente abusadores de menores. Y me siento obligado a dar testimonio de mi experiencia personal. Nunca vi nada raro, ni escuché comentario o información al respecto, en ninguno de los dos seminarios en los que estuve durante varios años. No sólo eso, sino que estoy muy agradecido a los sacerdotes que nos educaban, en particular, y a la Iglesia en general, por la posibilidad de estudiar que nos brindaron, en tiempos de penurias económicas. Nunca se echó a compañero alguno por falta de recursos económicos, como consecuencia del fallecimiento del padre u otras desgracias sobrevenidas, y siempre observé comportamientos fraternales hacia las personas con problemas familiares o personales.

Y sólo aprendimos cosas buenas; a esforzarnos, a ser austeros, a luchar para conseguir nuestras metas, a adquirir hábitos de trabajo diario, a tener un sentido cristiano de la vida y la existencia, a ser solidarios con los demás, etc.

Todos estos valores inculcados me han sido de gran utilidad en la vida, especialmente en los momentos difíciles, que todos los hemos tenido, en mayor o menor grado.

Hay un fenómeno sorprendente y es que quienes más despotrican de la Iglesia y de los sacerdotes suelen ser, curiosamente, ex curas o ex seminaristas. Garzón, también seminarista reincidente en Baeza y en Jaén, según leo en la prensa, es un ejemplo de lo que digo. ¿Qué extraña paranoia hace que se reniegue de lo que uno ha sido y vivido intensamente? La verdad es que no lo se ni lo entiendo. Tampoco la ingratitud hacia la ayuda recibida, para poder estudiar y formarse debidamente, para salir adelante en la vida. Y si uno no ha sentido la llamada del sacerdocio, y ha preferido ser clase de tropa –y en mi caso simple tropa-, nadie le ha obligado a nada, y ha podido marcharse libre y voluntariamente del seminario y enfocar su vida hacia donde ha querido o podido. ¿Es que la ingratitud es una de las características básicas del pueblo español…?

Recientemente tuve que vivir varios años en Teruel, por motivos laborales. Busqué alojamiento en el antiguo seminario, hoy residencia de sacerdotes jubilados y seglares a los que se nos facilitaba un albergue digno y a un precio razonable. Conviví con Monseñor don Antonio Algora, actual Obispo de Ciudad Real, persona de una gran sencillez y humanidad, y numerosos sacerdotes, todos y cada uno de ellos muy cultos, educados y simpáticos. Sacerdotes oficialmente jubilados, pero tan activos como siempre. Los domingos se desplegaban por todas las localidades próximas a la capital, como un auténtico Ejército de Dios, para decir misa y atender a los feligreses. A algunos había que llevarlos, pues ya no podían conducir…

El sacerdote de mi pueblo natal, Laguarres, don Luis Lasheras Ballarín, recientemente fallecido, por desgracia, cuando se jubiló y fue a ver al señor Obispo para informarle de dicha situación, además de la felicitación correspondiente, recibió la encomienda de atender cuatro parroquias más, además de la media docena que ya venía regentando. Ante hechos y ejemplos como los que expongo, ¿realmente es tan difícil creer en Dios?

El próximo sábado, día 19 de marzo, San José, Día del Padre, nos reuniremos por segunda vez un nutrido grupo de ex alumnos del Seminario Diocesano de Huesca, para reencontrarnos, dar gracias por la formación recibida y rezar por algunos de nuestros Profesores y Preceptores, ya fallecidos, así como por cuatro compañeros que nos han precedido en la vida eterna, pero cuyo recuerdo permanecerá inalterable entre nosotros: don Rafael Aguilar, don Antonio García, don José María Lumbreras y don Adolfo Royo. Todos excelentes personas y amigos, que estamos seguro estarán en el Cielo, rodeados de sus seres queridos.

La fecha elegida es emblemática, pues además de nuestros padres tuvimos un segundo padre, espiritual, que fue el Seminario, y que dejó una impronta en todos nosotros.

Agradecemos a Dios y a su Iglesia la formación recibida.

Publicado en La Tribuna del País Vasco, La Gaceta Europea, Sierra Norte DigitalHeraldo Sanitario de Oregón (14/03/2016)

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