Ramiro Grau somos todos (con copia dirigida a Marina Bambino)


Me declaro de entrada en rebeldía contra la desigualdad entre hombres y mujeres y dispuesto estoy a mantenerla en todos los escenarios donde haga falta. Tan convencido estoy de esa exigencia, que apelo a las feministas a que unan sus voces a la mía y exijamos más mineras, encofradoras, peones camineras, leñadoras, pescadoras de altura, torneras, estibadoras, porteras de discoteca, sexadoras de pollos…, hasta reducir la gigantesca brecha que separan a las mujeres de los hombres que ejercen estas profesiones.

Reclamemos que la igualdad sea tan real, porque vosotras lo valéis, que invalide el desigual criterio exigido a hombres y mujeres para ingresar, por ejemplo, en los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado. Que se acaben las medidas ventajistas que todavía existen y que permiten a una mujer entrar a formar parte de esas instituciones midiendo menos o teniendo menos resistencia física que un varón. Reclamemos, en aras de esa misma igualdad, que los delitos de violencia de género tengan la misma consideración legal al margen del sexo de la víctima. En definitiva, que la igualdad se mida en términos de competitividad, sin trampas ni discriminaciones positivas.

Esclarecida pues mi férrea defensa del igualitarismo entre sexos, ahora lo que toca es dar la cara por uno de los colaboradores de esta casa, víctima de una de esas campañas inquisidoras de linchamiento que tanto gusta a la progresía. Que un eminente jurista no pueda hablar de determinados temas sin los pertrechos argumentales autorizados por el sistema, ya nos indica el grado de corrosión intelectual y moral que ha alcanzado la democracia española.

El problema no es que Ramiro Grau haya opinado sobre lo que sus cojones han tenido a bien, sino de lo que ha hablado Ramiro. Disponía el zaragozano de un amplio catálogo de asuntos a los que referirse con entera libertad y sin que al caso hubiese tenido revelancia mayor su derecho o no a verter opiniones. Su impostura no ha sido la de decir en alto lo que piensan muchos, incluidos muchos de la izquierda más recalcitrante, sino la de no defender lo indefendible para alguien que se reconoce católico como él y que pretende ser coherente con sus creencias.

La factoría donde en España se confeccionan las ideas de obligada defensa no le hubiese discutido nunca a Ramiro el derecho a opinar de cosas triviales o que fuesen contrarias al ideal de lo que defendemos muchos en las peores circunstancias posibles.

Alerta Digital viene denunciando la impostura de un sistema que otorga al totalitarismo ideológico de la izquierda la legitimidad moral que en cambio niega a otros. Si Pablo Iglesias dice que azotaría a la periodista Mariló Montero hasta que sangre, eso forma parte de su derecho a opinar de lo que quiera. Si una dirigente feminista sostiene en televisión que los hombres merecen ser castrados, a respetar su libertad expresiva y reírle la gracia. Si un artistilla de la izquierda extrema blasfema, injuria u ofende gravemente a los católicos, a transigir con ello so riesgo de ser calificado de fascista o reaccionario. Si la guarra que escribe los guiones de una serie de Tele5, pone en boca de uno de sus actores que una paloma se folló a la Virgen María, a joderse toca en nombre del progresismo y el laicismo radical.

Frente a una derecha liberal y acomplejada que acepta la regla de que unos aticen y otros pongan la mejilla, muchos están teniendo el acierto de decir alto, claro y en castellano que eso se acabó. Esta democracia no puede seguir descansando sobre un lecho de mentiras y provocaciones por parte de siempre los mismos. No podemos dejar de rebelarnos intelectualmente ante la imposición de mantras tan absurdos como que lo casposo y lo ilegítimo es la defensa de la familia tradicional, la de siempre, mientras que la exaltación del feminismo rancio y bollero, a contrapelo del orden natural, es lo legítimo y lo fetén. O jugamos todos el mismo juego o se acabó la partida. Eso lo debería haber exigido la derecha pánfila española hace 40 años. Otro gallo nos habría cantado.

Puede estarse de acuerdo o no con lo que diga Ramiro Grau (nosotros, por supuesto, lo estamos), pero lo que no puede dejar de admirarse es la gallardía de su actitud al defender lo que le dicta su conciencia de hombre libre. Sólo por eso merece que se le reconozca valentía y honestidad intelectual, valores no supuestos sino probados.

Una sociedad se perfecciona con la reflexión sobre la propia realidad. Una sociedad se encanalla cuando esa reflexión sólo es permitida a algunos. Si un piltrafilla de las juventudes de ERC quema una foto del Rey o miles de cabrones silban el himno de todos los españoles, lo califican de ejercicio de libertad. Cuando un español cabal y decente habla de la mujer cristiana con respeto y lealtad, lo califican de subversivo y fascista.

Del torrente de insultos y descalificaciones dirigidas al jurista, me quedo con la de una tal Marina Bambina (sic). En su respuesta a Ramiro, la sujeta repite los mismos mantras y los lugares ya comunes en los progreanalfabetos funcionales. Pero introduce un apunte que encuentro interesantísimo: “Mi hija vendrá conmigo mañana a la manifestación. ¿Sabes por qué? Porque mi misión es que no pueda leer un artículo tan humillante como este cuando sea mayor”.

Lo peor de esta gente es que a base de tragarse los anatemas y las soflamas oficiales, conciben un futuro distinto al que por desgracia ya se dibuja en el ambiente. Tal vez la hija de Marina Bambina (sic) no tenga la oportunidad de leer en el futuro un artículo “tan humillante” como el de Ramiro. Desearíamos que fuese por voluntad propia de la niña y que esa voluntad no quedase alterada por otras preocupaciones mucho más graves, como por ejemplo tener que vivir pegada a un niqab islámico o bajo las reglas salvajes que hacen posible las agresiones sexuales a las mujeres, como ya ocurre en Alemania y otras partes de Europa.

Por desgracia, la España que heredará la hija de la Bambina tendrá necesidades más acuciantes que la de ponerse a salvo de un inofensivo artículo de prensa. A veces, las ocurrencias mentecatas tienen cierto valor pedagógico. Los deseos de Marina son de una ingenuidad monjil ante la banda de psicópatas que nos pastorea desde que el laicismo radical nos desposeyó de las únicas defensas efectivas para hacerles frente. El utilitarismo económico se abre paso como principal medida de la dignidad humana. A eso está contribuyendo la disolución del vínculo familiar para convertir España en campo experimental de la estrategia mundialista en sus términos más radicales.

No son de personas como el exfiscal Grau de quienes deba cuidarse Marina, sino de esas que ejercen el poder en la sombra, psicópatas empedernidos que no renuncian a la función corrosiva de destruir los fundamentos de la sociedad, y de acabar con las expectativas de vida de hombres y mujeres ancianas, por razones de puro cálculo económico, como tendrá ocasión de comprobar la replicante más pronto que tarde.

Punta de lanza experimental de los objetivos maximalistas del NOM, nuestras feministas pagarán muy caro el precio de su subordinación a los que nos conducen al precipicio. Al cementerio de la historia. A una sociedad orwelliana y animalizada, llena de espectros teledirigidos e individuos con los instintos salvajes intactos.

Los metros de razón exigen, como en un silogismo, partir de unos supuestos o precedentes históricos inequívocos para llegar a una conclusión superadora. Desde la constatación rigurosa de la similitud profunda entre el anticlericalismo rabioso de la II República y el radicalismo relativista y anticatólico actual, reafirmamos la necesidad imperiosa de superar el enfrentamiento, mediante la restauración de los fundamentos morales de la convivencia entre los hombres y mujeres españolas, en que prevalezcan el amor a la verdad, a la libertad y al destino trascendente del hombre perseguido por todas las civilizaciones, desde las más primitivas. Lo contrario será una sociedad afincada en un relativismo materialista y totalizador que justifica el mal para la consecución de los objetivos de degradación y dominio de una humanidad sumergida en la ciénaga de la confusión y un esterilizador animalismo. Que no a otro desenlace se encamina la estrategia del Nuevo Orden Mundial del que es parte inseparable el demoledor sincretismo del feminismo.

Los centros de poder que dirigen la estrategia secularizadora del feminismo lo integran personajes multimillonarios que controlan lo circuitos financieros mundiales y sus riquísimas fundaciones instrumentales. Los que integran el círculo interior de la Orden. Y quienes, en definitiva, mueven a su antojo los hilos de los poderes políticos de los gobiernos. Para avanzar en su estrategia promueven los indeseables instrumentos de secularización anticristiana del iluminismo: aborto, eutanasia, exaltación de la homosexualidad, destrucción del matrimonio tradicional y antropológicamente natural, difusión de los anticonceptivos, perversión de las costumbres, sincretismo religioso, utilización del islamismo contra al catolicismo, destrucción de cualesquiera soportes armónicos de la convivencia.…Todo aquello que tuvo su inicio allá por los sesenta en la revolución hippy de Berkeley, promovida por Beznezov, un agente cualificado del KGB amparado por el iluminismo.

El caso de España se encuadra en la misma estrategia internacionalista del NOM de destrucción sistemática de los valores morales y de la tesis de Rockefeller de voladura de los Estados-Nación desde su interior y entidades supranacionales. Pregúntese Marina Bambino por el valor que en el futuro tendrá la vida de su hija tras analizar las cuestiones planteadas sin las anteojeras del sectarismo ideológico. Y ello debería preocuparle mucho más que las duras críticas a las feministas de un honrado colaborador de AD.

Publicado por Armando Robles, director de Alerta Digital (9 de marzo de 2018)

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