Mass media: la Prensa sin máscara


Los medios de comunicación de masas son el gran cáncer moral que corroe a la sociedad española del Régimen del 78. En este artículo largo nos proponemos estudiar sus características dominantes, sin otras pretensiones que las meramente divulgativas. Conociendo los mecanismos del medio detendremos la metástasis.

 A D. Ramiro Grau Morancho, jurista y escritor, ejemplo de honradez e integridad en tiempos de disolución, oda una refutación de la prensa enmascarada.

INTRODUCCIÓN

Delimitación del concepto de “Mass media” (medio de comunicación de masas)

Antes de dar comienzo a nuestra exposición, debemos aclarar qué entendemos por medio de comunicación de masas, y qué características lo definen como tal.

Es en efecto el alcance psicosocial del mismo lo que más preeminencia tiene de cara a su denominación habitual, esencialmente (bien que de manera soterrada) dominadora [1], porque la función principal de los medios de comunicación de masas queda ya contenida en el propio concepto, en esos tres niveles que lo constituyen:

1) medio,

2) comunicación

y 3) masas.

Siguiendo aquí al estudioso De Sola Pool [2], se trata de un medio, así un sistema, en tanto en cuanto que se trata de (1) “una entidad continua capaz de dos o más estados”; de un sistema de comunicación al ser (2) “un sistema en el que los estados consisten en conexiones o no conexiones entre los objetos”; y, finalmente, de un sistema de comunicación de masas, en cuanto que (3) “patrón de conexión entre un pequeño número de emisores y un extenso número de receptores”.

Este último nivel es el que aquí más nos interesa, pues resume el sentido último del concepto al explicitar la naturaleza de los medios de comunicación de masas, los llamados mass media: nos encontramos ante una especie de no-dialéctica entre el emisor y el receptor (aspecto que nos retrotraería, con algunas discrepancias, a Hegel, si bien en el filósofo alemán la dialéctica del amo y del esclavo quedaba circunscrita sobre todo a las relaciones productivas y de clase, preludiando al infausto Marx): el emisor, ente activo y minoritario, expide así su mercancía al receptor, entidad pasiva y mayoritaria. Al ser la inmensa de la mayoría de las veces una comunicación unidireccional, la mercancía (los datos en este caso, de manera análoga a la industria cultural [3]), es enviada, pero casi siempre sin esperar una respuesta del receptor que torne dicha comunicación bidireccional, lo que posibilitaría una verdadera dialéctica entre emisor y receptor; por eso podemos hablar de una no-dialéctica si nos referimos a los mass media como total dictadura mediática (no podemos al referirnos a este hecho dejar de pensar en la televisión, el más efectivo medio hasta hace poco).

Otra característica importante muy definitoria de los mass media es su forma de difusión del mensaje, esto es el llamado vehículo, que permite la expansión/difusión del mismo siguiendo una pauta normativa que podrá variar en función de unas dimensiones, 5 según De Sola Pool, a saber: circulación (léase volumen de la distribución del vehículo), audiencia (ídem número de receptores expuestos al mensaje), alcance/“reach” (ídem número de publicaciones distintas que acogerán dicho mensaje), frecuencia (ídem número de personas que puede alcanzar a la vez) y exposición (ídem influjo del mensaje en el receptor); una vez apuntado esto, podemos hacer una lectura mental de las referidas dimensiones y trasladarlas en abstracto a los tres grandes mass media: televisión, radio y prensa; por razones meramente operativas, omitiremos Internet.

La multiplicidad de funciones de los medios de comunicación de masas abraza gran número de propósitos; Roda Fernández propone cuatro categorías generales en tanto que funciones, así:

1) distribución de conocimientos;

2) estructuración simbólica de las relaciones de poder;

3) elaboración y reconstitución del entorno de la opinión pública;

y 4) entretenimiento.

Sea como fuere, los mass media son un instrumento político de primer orden, capaz de manipular o dirigir una serie de ideas o informaciones a un determinado público mayoritario; sin poder sustraerse completamente de su influjo, incluso el hombre moderno más consciente está irremediablemente vinculado a ellos.

La prensa como medio de comunicación de masas. Diferenciación entre la prensa y los restantes medios de comunicación de masas
La prensa se perfila como uno de los más poderosos medios de comunicación de masas, si bien presenta no pocas diferencias con respecto de la televisión y la radio, los otros dos grandes colosos mediáticos.

En efecto, la diferencia más característica de la prensa con respecto de los otros medios de comunicación de masas es su soporte de difusión. Desde el momento en que la prensa requiere del papel impreso, se convierte en el menos masivo de los mass media, en tanto que la imagen en movimiento y el sonido se revelan mucho más efectivos y fáciles de consumir por las masas de público que los demandan. Desde siempre, el hábito de la lectura, imperativa necesidad para el consumo de la prensa, ha resultado una actividad más implicada, menos pasiva que el consumo de televisión y radio si se quiere, en las que el consumidor, ante un único canal como opción, carece de poder decisorio sobre éste, dada su emisión continuada (la programación sigue su curso horario). Algo que no se produce en la prensa, cuyo consumo puede ser selectivo (no es preciso seguir el mismo orden de lectura, ni siquiera es necesario leerlo todo): el propio consumidor se enfrenta pues a ella con una cierta posibilidad de variaciones, aunque en esencia se trate de una forma pasiva y unidireccional de consumo (con la excepción, si acaso, del apartado de ‘Cartas al director’, al que algunos lectores envían sus réplicas, generándose hasta cierto punto una presunta bi-direccionalidad entendida como diálogo).

Otro aspecto harto relevante con respecto de los otros mass media es que juega a su favor un mayor peso en la implantación de unas ideas sobre la opinión pública, ya que a diferencia de la televisión e incluso de la radio, mucho más efímeras, el peso de la palabra escrita predispone al consumidor a una lectura más atenta (aunque la vida “útil” de esa palabra escrita sólo sea de un día aparente, veinticuatro horas).

Es por eso por lo que la prensa debe ser entendida como una tira de entregas, una secuencia semanal o mensual en la que las noticias más importantes o pertinentes (sobre todo las referidas a temas de política y economía, así como de deportes) tendrán una continuidad de su desarrollo en el número del día siguiente (a diferencia del grueso de las noticias de sucesos, la mayoría de las cuales no tienen continuidad, quedando “cojas”, narrativamente fragmentadas).

Por eso, la prensa es algo así como un enorme cajón de sastre, por cuya naturaleza fragmentaria/descentralizada, la posibilidad de un discurso único pasa a ser imposible: ya no basta con la tendencia política que siga el periódico, ni en consecuencia con el tratamiento y la valoración que reciban las noticias: todo queda supeditado a la multiplicidad de voces (de plumas, mejor dicho) y de hechos: desde el momento mismo en que la prensa toma la realidad como un todo fragmentario y en continuo rehacerse, su tratamiento está continuamente expuesto a la modificación; en esencia, la prensa es la captación de una realidad temporal muy breve, pero que a diferencia de los restantes mass media, tiene la ventaja sobre ellos de un soporte físico, por tanto “permanente” (frente a la grabación magnetofónica o audiovisual de la radio y la televisión, que para prepararse como soportes requerirían de un proceso más complejo de elaboración, externo a la propia naturaleza del medio para hacerse posible).

PECULIARIDADES DE UN LENGUAJE

El lenguaje periodístico

Uno de los aspectos más peculiares de la prensa es el estilo de su escritura, esto es el lenguaje periodístico, basado en unos códigos profesionales intercambiables, un estilo por así decir vaciado de toda huella de estilo, un no-estilo prefijado en el que debe escribir el periodista con el fin de llegar al mayor número de receptores; así, tal y como indica Martínez Albertos:

El lenguaje periodístico debe utilizar una lengua fijada, normalizada, estándar; una lengua donde exista ya un elenco preciso de modos de narrar, de describir, de comentar. Esta lengua permite realizar el quehacer periodístico con un mínimo de problemas y de improvisaciones. Pero esta lengua permite también una fácil lectura y descodificación, con las mayores garantías de adecuación respecto al contenido que se quiso emitir [4].Esta uniformidad y transparencia aspira a difundir una información correcta respetando la integridad de los ciudadanos en tanto que lectores heterogéneos, sin una tendencia ideológica definida que pudiera ser menoscabada por un lenguaje tendencioso o partidista. Se trata, pues, de una escritura que busca en su corrección una forma de moral autocrítica.

El lenguaje periodístico sería así una suerte de antítesis del lenguaje literario. Sus rasgos diferenciales, siguiendo aquí a Martínez Albertos, son los siguientes:

1) Corrección;

2) Concisión;

3) Claridad;

4) Captación del receptor;

5) Lenguaje de producción colectiva;

y 6) Lenguaje mixto.

Así, la corrección afecta al propio lenguaje, que será coloquial culto. La concisión se refiere sobre todo al empleo de frases cortas y efectivas (en torno a 15-17 palabras por frase), con un claro predominio por los sintagmas nominales. La claridad no es sino la univocidad comunicativa: que lo que se lea quiera decir una sola cosa; que el texto no pueda ser malinterpretado. La captación del receptor afecta al aspecto más “literario” de la prosa periodística, que no es otro que “atrapar” al lector desde las primeras líneas (la novela negra americana, con Raymond Chandler a la cabeza, ofrece no pocos parangones con la concepción periodística, ya no digamos novelistas como Dos Passos o Hemingway). El lenguaje de producción colectiva es en efecto la colectividad del empeño, las muchas plumas que en él han intervenido. En cuanto al lenguaje mixto, se refiere a la gran variedad de códigos utilizados en la confección de la noticia de prensa, desde la mera descripción hasta la representación oral.

La noticia periodística, núcleo del discurso periodístico

Para escribir una noticia periodística es preciso, antes de nada, tener algo interesante que contar. Sobre este presupuesto, Mar de Fontuberta y Teresa Velázquez exponen [5] las tres características fundamentales que a priori debe tener una noticia, a saber

1) que se trate “de un hecho reciente o que se acabe de descubrir”;

2) “que sea trasmitido a través de un medio de comunicación masivo”;

y 3) “que se dirija a un gran público”.

Para darle forma periodística al hecho que será relatado, el periodista se formulará las seis preguntas clásicas del periodismo, las llamadas seis canónicas (denominadas así por su raíz anglosajona): Qué, Quiénes, Dónde, Cuándo, Cómo y Por qué.

Así, el qué hará referencia al acontecimiento mismo como centro de la noticia, puesto que contiene las ideas básicas que conformarán el postrero relato. El quiénes situará a los protagonistas y demás implicados en el hecho en su contexto, en cuantos sujetos actuantes en el relato. El cuándo acotará la delimitación temporal de lo ocurrido, dando coherencia interna al discurrir de la acción, desde su comienzo hasta su posible desenlace, siguiendo el devenir de la misma. El dónde hará lo propio con el espacio físico, enmarcando los hechos en el lugar en que se desarrollaron. El cómo presentará el discurrir de los acontecimientos pertinentes referidos al hecho en sí mismo, explicando los antecedentes y las consecuencias. En cuanto al por qué, ofrecerá una explicación razonada de los hechos ocurridos.

Una vez el periodista tiene conjuntados a su disposición todos estos elementos, puede ya pasar a someterlos al tratamiento estructural que dará forma final a la noticia. El tratamiento estructural de la noticia, en función siempre de los medios disponibles, podrá ofrecer algunas variantes en función del orden de presentación de los datos y su consiguiente interrelación, buscando al hilo del relato un discurso que consiga interesar y atrapar al lector.

Podemos pues hablar de tres tipos de noticias en función de su texto, a saber: noticias de texto narrativode texto descriptivo de texto argumentativo; las primeras no requieren más que de sí mismas, mientras que las otras dos no hacen sino ahondar en una parte previamente narrada, describiendo o argumentando. Las noticias de texto narrativo toman el hecho en bruto y lo muestran como tal; las noticias de texto descriptivo y argumentativo, por el contrario, exploran algunos aspectos del hecho, desde la mera descripción explicativa hasta la argumentación razonada.

Análisis estructural de la noticia: sus elementos constitutivos

Toda noticia presenta una división en segmentaciones discursivas, constituyéndose generalmente por cuatro bloques, a saber: titular, entradilla, lid y cuerpo; los tres primeros hacen las veces de sumario-resumen, el cuarto contiene el desarrollo. Pero vayamos por partes.

Partiremos del hecho de que la noticia es un relato de la realidad, un relato constituido por una serie de categorías discursivas. Esto nos conduce a hablar brevemente del relato clásico.

Todo relato clásico consta de dos categorías: la historia y la moraleja. Así, la historia está formada por una trama (el hilo conductor del relato) y una evaluación. En cuanto a la trama, se compone por una serie de episodios, los cuales se dividen en inicio, desarrollo y complicación, y desenlace. La moraleja implica las consecuencias lógicas del relato, consecuencias en las que se pone de manifiesto la intencionalidad del narrador.

Elementos del sumario-resumen de la noticia

Tal y como hemos dicho, pues, el discurso de la noticia comienza por un sumario-resumen que está constituido por el titular, la entradilla (si la tiene) y el lid. Veamos sus partes:

El titular es frecuentemente un resumen, en tanto que da una visión sucinta de la noticia. A su vez el titular presenta una división tripartita, formada por el antetítulo, el título o cabecera, y el subtítulo: el antetítulo presenta de un modo general el asunto, apuntando los datos espacio-temporales que sitúan la noticia; el título anuncia el contenido del texto; el subtítulo añade las particularidades más destacables. Todos estos elementos, que constituyen la cabecera, no tienen sin embargo que estar contenidos en ella.

La entradilla es una explicación descriptiva sita entre el titular y el lid, y cuya finalidad es hacer más atractiva la lectura; con todo, muchos periódicos no hacen uso de ella.

El lid es el primer párrafo de la noticia, aquél donde están contenidos los elementos básicos de la misma.

Los elementos del sumario-resumen son los siguientes: el hecho noticiable, que hace referencia al hecho de que la noticia ya ha sido conocida por el público (por la rapidez de su emisión, los medios audiovisuales tienen el monopolio de la difusión instantánea; p. ej. la tragedia televisada en directo del 11-S), y que tendrá continuidad en los días sucesivos en función de la importancia de la noticia (por tanto, y dada su continuidad, esta noticia contendrá información acumulativa, inflándose en lo sucesivo de datos emitidos con anterioridad); y los antecedentes, que son elementos que situarán en su contexto los acontecimientos anteriores al hecho, siendo expuesto por vez primera, y que exponen las circunstancias circundantes a la noticia y relacionadas de algún modo con ella.

Elementos del cuerpo de la noticia

Cuatro son los elementos capitales del cuerpo de la noticia, a saber: la información previa, los antecedentes, la explicación y las consecuencias.

La información previa (contextualización de serialidad) hace las veces de introducción y está ligada al seguimiento cronológico de la noticia, mostrando hechos conocidos.

Los antecedentes (contextualización de circunstancialidad) engrosan los datos referidos en el sumario.

La explicación refiere hechos complementarios, de mayor a menor importancia.

Las consecuencias hacen referencia a las reacciones sucedidas tras la consumación del hecho, e incluyen las actitudes que han desencadenado éste.

El periódico: presentación y estructura de los contenidos

Todo periódico, todo ejemplar diario tirado al mundo, es un trabajo colectivo en cuya elaboración han intervenido varias manos. Al margen del largo proceso de elaboración llevado a cabo, desde el trabajo inicial con el papel y la tinta hasta la impresión final, la redacción de un periódico es un trabajo por bloques, en el que cada periodista o redactor se enfrenta a una determinada especialidad de la realidad concreta.

Tal y como podemos observar, la disposición/ordenación de las temáticas presenta grandes parecidos entre los tres periódicos escogidos. Se observa una clara preferencia por los asuntos internacionales, nacionales y deportivos, con una fuerte presencia de la política y economía. Algunas páginas son fijas, otras aparecen en función del día que les ha sido asignado. Una observación atenta nos permitirá una mejor comprensión del influjo de la prensa en la opinión pública.

La ambigüedad de la fotografía de prensa

Uno de los aspectos más relevantes de la prensa es la imagen y el empleo que de ella se hace.

En efecto, muchas noticias, en especial las más importantes o sobre las que se quiere llamar la atención de forma especial, suelen incorporar una o más fotografías como complemento visual a la información escrita emitida. Se trata de un recurso meditado a la par que problemático, y pese a que muchas de las fotografías vayan acompañadas de un pie de foto, el problema se revela en todo su alcance en cuanto confirmamos el poder estratégico de dicha imagen, pues toda imagen, a la par que explicita/subraya algo, también oculta otro tanto. Por eso podemos hablar de la ambigüedad de toda fotografía, sobre todo si es de prensa, al quedar tan íntimamente ligada al texto que la comenta o respalda.

La fotografía, por tanto, debe ser analizada con sumo detalle. Desde el momento mismo en que se trata de la captación de un instante, de una mínima fracción de tiempo, cualquier lectura generalizadora emitida tras la observación de la misma puede llevar al sujeto a error. De esto que la fotografía no sea ya algo fácil de manipular, sino de malinterpretar.

Una fotografía puede ser voluntariamente manipulada por el propio fotógrafo en el momento de hacerla: el mero hecho de encuadrar la imagen, de acotarla poniéndole un límite, es ya una forma de manipular/alterar una realidad (p. ej. dejando fuera de campo algo que no interesa sea visto, etc.). Igualmente, una fotografía puede ser modificada en algunos de sus aspectos en el laboratorio, siempre y cuando convenga ocultar alguno de éstos (p. ej. dejando borroso algún fragmento de esa imagen, bien por contener un rostro que no conviene que sea identificado, bien por dar la identidad de alguna matrícula de automóvil, etc.).

Frente al texto escrito, que puede ser tomado en sí mismo como algo cerrado, concluyente, la imagen presenta algunas dificultades de captación inherentes a su naturaleza. Tal y como apunta Lorenzo Vilches:

La información escrita transforma rápidamente al lector en cómplice del texto a través de su percepción estable y definida, haciéndole participar en forma rápida e instantánea de lo que se dice. Con la imagen sucede lo contrario. A la imagen hay que quitarle su opacidad e interrogarla sobre su significado, porque la imagen, una foto, se halla suspendida entre lo real y lo imaginario, no revela su significado (al igual que la esfinge) sino a aquél que sabe poner la pregunta [6].

Sin embargo, y pese a que la fotografía de prensa no ilustra ningún acontecimiento global, sí podemos llegar a través de ella, de una manera muy hegeliana, de lo particular mismo inscrito en la imagen a una visión generalizadora, totalizadora que resuma el hecho de manera universal. Los grandes fotógrafos de prensa, especialmente los reporteros de guerra, desde Roger Fenton hasta el discutible manipulador Robert Capa (Muerte de un miliciano, 1936), amén de otros muchos, han logrado trascender lo particular, expresando en una sola fotografía todo “el drama de la guerra” (sic).

Gráficos, estadísticas y otros elementos indicadores. El dibujo de prensa

Junto a las fotografías, no menos importancia o significación ofrecen los restantes elementos gráficos. La mayoría de las veces su función es ilustrar de manera esquemática y concreta lo apuntado en texto. El empleo de la estadística, así como la veracidad de las cifras indicadas en la misma, confiere mayor realismo a la noticia, otorgando a ésta un mayor valor sociológico.

En cuanto al dibujo de prensa, su principal pretensión es extraer de un asunto polémico una visión crítica a través de la ironía. Sus buenos tiempos ya pasaron.

NOTAS

[1] Mucho antes de la irrupción de la televisión, Carl Schmitt escribía: “Hoy día los inventos técnicos son medios para una inaudita dominación de las masas; la radio se ha vuelto monopolio, el cine ha generado la censura. […] La técnica puede ser revolucionaria y reaccionaria, servir a la libertad y a la opresión, a la centralización y a la descentralización”, así en SCHMITT, C., El concepto de lo político, Alianza Editorial, Madrid, 2006, p. 119.

[2] Referido en RODA FERNÁNDEZ, R., Medios de comunicación de masas. Su influencia en la sociedad y la cultura contemporánea, Siglo XXI de España Editores, Madrid, 1989, pp. 4-5.

[3] Acudimos aquí a uno de los popes de la corrección política, no siempre errado en sus distorsionados juicios: ADORNO, T. W., Minima moralia. Reflexiones desde la vida dañada, Taurus Ediciones, Madrid, 1987, p. 201 y ss.: “La industria cultural pretende hipócritamente acomodarse a los consumidores y suministrarles lo que deseen. Pero mientras diligentemente evita toda idea relativa a su autonomía proclamando jueces a sus víctimas, su disimulada soberanía sobrepasa todos los excesos del arte autónomo. La industria cultural no tanto se adapta a las relaciones de los clientes como los inventa”.

[4] MARTÍNEZ ALBERTOS, J. L., El lenguaje periodístico, Editorial Paraninfo, Madrid, 1989, p. 41.

[5] Sin ánimo de ofender, hemos recurrido a un medio no precisamente objetivo en sus presupuestos habituales: véase EL PAÍS, Métodos de análisis de la prensa. Encuentros sobre metodología del análisis de la Prensa (en torno a EL PAÍS), Casa de Velázquez, Madrid, 1987, p. 92.

[6] Cfr., p. 73.

José Antonio Bielsa Arbiol

Publicado en InfoHispania (23/01/2020), El Correo de Madrid y El Español Digital (24/01/2020)

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