Funcionarios y trienios


Siguiendo la política de ganar amigos, exponiendo de forma clara y contundente las opiniones, aunque sean minoritarias, quisiera manifestar mi opinión sobre los trienios funcionariales, por no hablar de los quinquenios, sexenios y otros sistemas retributivos existentes en las diversas administraciones públicas españolas.

En mi época de profesor universitario de derecho del trabajo, ya distinguía, para alboroto de los alumnos, que creían decía una tontería, la existencia de dos clases de funcionarios, por oposición (los menos, sobre todo en los últimos años), y por ocupación (la mayoría, en las últimas hornadas).

Todos estos funcionarios, por oposición y por ocupación, entran en la nómina (que a muchos es lo único que realmente les importa), y religiosamente, cada tres años, su salario se incrementa, por obra y gracia de los trienios. ¿Significa esto que hace mejor su trabajo? Evidentemente, no. El que es un vago sigue siéndolo, y el trabajador no necesita de trienio alguno para seguir cumpliendo honradamente con sus responsabilidades. ¿Para qué sirven entonces los trienios? Pues para incrementar los salarios de nuestros millones de empleados públicos…

¿Qué ha sucedido en las empresas privadas? El Estatuto de los Trabajadores, de 1980, establecía también la existencia de incrementos retributivos por antigüedad, que podían llegar a suponer hasta un sesenta por ciento más del salario base de la categoría correspondiente, con más de 40 años de antigüedad. Posteriores reformas, -vista la aberración jurídica, y sobre todo económica que dicha situación suponía, pues acababa con la saneada economía de las mejores empresas-, optaron por suprimir esos incrementos retributivos, dejando su establecimiento, fijación y cuantía a la negociación colectiva.

Ahora que estamos en tiempos de ruina económica, ¿no ha llegado el momento de plantearnos en serio la supresión de los trienios? La simple estabilidad en el empleo, en estos tiempos que corren, pensamos que es suficiente como para que los empleados públicos se den por satisfechos. Y, sino les interesa su trabajo, que se vayan a las empresas privadas, o que se establezcan por su cuenta, y verán lo que es bueno…

¿O es que la oposición –y la ocupación- constituyen un seguro de vida contra todo riesgo, cuando todo a tu alrededor es destrucción de empleo, paro y hundimiento empresarial?

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