De fiscales y jueces enfrentados en un Estado de derecho que ni está ni se le espera


Cuando en 1999 me incorporé a la fiscalía del tribunal superior de justicia de Aragón como fiscal sustituto, un ilustre fiscal, de los que nunca han sido jefes, pero  que sí debieran haberlo sido, me dio dos consejos, que siempre me fueron de gran utilidad:

  • Nunca le digas a un juez que debe de hacer… Entre juicio y juicio, en el caso de los procedimientos abreviados, -que se despachan como churros-, habla de cualquier tema, menos del caso anterior. El juez es el que manda, y tú no debes intentar influirle, de forma alguna.
  • Nunca vayas a un juzgado o sección de la audiencia provincial a pedir una causa… Cualquier cosa que necesites o desees, debes dirigirte siempre al magistrado presidente o al juez correspondiente, pues ellos son los que mandan allí, y si no quieren o pueden atenderte, te reenviarán al secretario –ahora letrado-, que por orden o delegación suya, te atenderá en lo que pueda, pero dejando siempre claro que respetas la autoridad de quien allí manda.

Estos consejos -¡gracias, don Manuel!-,  me fueron siempre de una gran utilidad, y creo ayudaron a mejorar mis relaciones con los jueces…

Me ha sorprendido mucho, la verdad, la polémica suscitada recientemente en Zaragoza, con ocasión del artículo del fiscal decano de los juzgados, arremetiendo contra el muy digno señor magistrado presidente de la sección tercera de la ilustrísima audiencia provincial, un gran profesional, a quien  aprecio y estimo profundamente, y en cuya sala y sección siempre he sido tratado con el mayor respeto, tanto como fiscal como en calidad de abogado.

No entiendo tampoco esta reacción, a todas luces individual, de un fiscal, por muy decano que sea, contra un magistrado-presidente de un tribunal del jurado.

Se me dirá que la libertad de expresión, que el derecho a opinar, y no sé qué otras cosas similares, pero lo cierto es que hay una serie de cuerpos y profesiones, organizadas jerárquicamente, que pueden decir lo que quieran, pero siempre por el conducto reglamentario, es decir por medio de sus superiores inmediatos: policías, guardias civiles, jueces, fiscales, etc.

Que uno puede opinar de lo que quiera, faltaría más, pero en los asuntos del servicio hay que estar a las duras y a las maduras…

Entiendo que debiera haber sido la fiscal actuante la que se quejase, en su caso, pero no a posteriori y por medio de la prensa, sino en el acto del juicio, formulando la queja a que hubiere lugar, que habría quedado recogida en el acta o grabación de la vista, hubiera recibido la oportuna contestación, etc.

Es decir, dando la cara, y no por medio de terceros, tirando la piedra y escondiendo la mano, que tampoco tengo claro que sea el caso.

Todos los servidores públicos tienen obligación de dar la cara, aunque a veces te la puedan acabar partiendo, y la cara está para eso, entre otras cosas.

Hay un tercer consejo, que el maestro y amigo no me dio, pero que siempre apliqué cuidadosamente: no te pongas la venda antes de la herida…

Es el Jurado, y nos guste o no nos guste –y a mí no me gusta, vid. mis artículos EL JURADO, y EL JURADO COMO PROBLEMA, que están en Internet- esa Institución jurídica existe, deriva de la Constitución, nada menos, y en mi opinión tiene competencia sobre un número excesivamente elevado de delitos, sobre todo delitos que podríamos llamar técnicos, que exigen una buena formación jurídica para poder discernir entre el trigo y la paja…, etc.

¡Si la licenciatura en derecho, ahora el grado, no sirviera para nada, seguramente muchos no hubiéramos “perdido” cinco años, antes, y ahora cuatro, pero con el máster, el examen ante el ministerio de justicia para poder ser abogados, un mínimo de seis o siete años, y en el caso de los fiscales y jueces, con la preparación de oposiciones, los centros de formación respectivos, etc., un promedio similar, o incluso superior, dependiendo de la inteligencia,  la suerte o el enchufe –para que vamos a engañarnos- de cada cual!

En otras palabras, que no se pueden pedir peras al olmo, ni “justicia” a un Jurado, sobre todo cuando se trata de delitos complejos, enrevesados jurídicamente, con mucha complejidad técnica, etc.

Siento mucho la polémica sufrida, que va en detrimento del prestigio de la fiscalía, y aprovecho la ocasión para reiterar mi máxima consideración, personal y profesional, al magistrado presidente de la sección tercera, a quien estimo en lo que vale.

Y, por supuesto, este artículo, escrito hoy, 23 de noviembre de 2019, solo se publicará una vez que haya sido dictada y publicada la sentencia correspondiente, por un elemental principio de respeto al Poder Judicial.

En el que yo sí creo.

Y en su independencia, que todos deberíamos respetar, para que pueda existir, y seguir creciendo, como el árbol de la Justicia que es.

Publicado en Mediterráneo Digital (26/11/2019), El Correo de Madrid y Heraldo de Oregón (27/11/2019) y El Diestro (28/11/2019)

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